Hola. Detente un momento y mira a tu alrededor, al mundo. ¿Sientes esa vibración? Es el pulso de un cambio profundo, una transformación que está redefiniendo los cimientos de nuestras interacciones globales. Durante décadas, quizás crecimos con una idea relativamente estable de cómo funcionaban las cosas en la esfera internacional: ciertos países con un peso predominante, instituciones conocidas que parecían inamovibles, reglas que, aunque imperfectas, guiaban el comercio, la diplomacia y la seguridad.

Pero si observas con atención las noticias, analizas las tendencias económicas o simplemente conversas con personas de diferentes latitudes, percibirás que ese paisaje familiar se está volviendo más complejo, más fluido. Estamos navegando un mar revuelto, donde las viejas cartas náuticas no siempre nos indican el rumbo con precisión. La pregunta fundamental que surge en este horizonte en movimiento es: ¿quién, o quiénes, escribirán las nuevas reglas de este mundo emergente? Es una pregunta que no solo concierne a los gobiernos o a los grandes estrategas, sino a cada uno de nosotros, porque las respuestas moldearán nuestro futuro, nuestras oportunidades y los desafíos que enfrentaremos.

En el PERIÓDICO PRO INTERNACIONAL, el medio que amamos, creemos que entender este proceso es el primer paso para participar conscientemente en él. No se trata de visiones apocalípticas ni de teorías conspirativas; se trata de observar la realidad con ojos analíticos, de comprender las fuerzas en juego y de anticipar hacia dónde se dirigen. Este artículo es una invitación a desempacar juntos esta complejidad, a explorar las dinámicas actuales y a reflexionar sobre el papel que cada actor está jugando, y podría jugar, en la configuración de lo que muchos comienzan a llamar, simplemente, el nuevo orden mundial.

No hay una única entidad, un solo país o una reunión secreta definiendo unilateralmente este futuro. Es un proceso multifacético, una especie de negociación constante, a veces colaborativa, a menudo competitiva, donde múltiples voces buscan ganar influencia y establecer sus propias prioridades y valores como la norma global. Prepárate para adentrarte con nosotros en este fascinante, y a veces desconcertante, panorama.

El Ocaso de una Era: Adiós a la Unipolaridad Relativa

Para comprender hacia dónde vamos, es útil recordar de dónde venimos. Tras el final de la Guerra Fría, el mundo experimentó un período donde una sola superpotencia, Estados Unidos, proyectó una influencia sin precedentes en casi todos los ámbitos: militar, económico, cultural y tecnológico. Las instituciones globales existentes, en gran medida diseñadas o influenciadas por Occidente, parecían consolidarse como los pilares del orden internacional. Se habló de una «pax americana», de la globalización como un camino inevitable hacia la interconexión y la convergencia de valores.

Sin embargo, la historia no se detiene. Este período de relativa unipolaridad, aunque significativo, no fue estático. Las semillas del cambio ya estaban germinando. Países con vastas poblaciones y economías emergentes, impulsados por la misma globalización, comenzaron a crecer a ritmos acelerados. Tecnologías disruptivas redistribuyeron el poder de maneras inesperadas. Los desafíos globales, como el cambio climático, las pandemias o el terrorismo transnacional, demostraron que ninguna nación, por poderosa que fuera, podía enfrentarlos sola.

La crisis financiera de 2008, la pandemia de COVID-19 y conflictos recientes han actuado como aceleradores de estas tendencias. Han puesto de manifiesto las vulnerabilidades de las cadenas de suministro globales, han intensificado las tensiones geopolíticas y han cuestionado la efectividad y representatividad de algunas instituciones internacionales clave. La confianza en un orden liderado por una sola potencia o un pequeño grupo de ellas ha disminuido, abriendo la puerta a la emergencia de múltiples centros de poder e influencia.

Este no es un cambio abrupto que ocurrió de la noche a la mañana, sino un proceso gradual, con sus avances y retrocesos. Pero la dirección es clara: nos movemos hacia un mundo más distribuido en términos de poder, un mundo multipolar o, quizás de forma más precisa, policéntrico, donde interactúan y compiten diversos actores con agendas, valores e intereses propios.

Emergen Nuevos Centros de Gravedad: ¿Quiénes son los Aspirantes?

Si el poder ya no reside predominantemente en un solo lugar, ¿dónde se está concentrando o dispersando ahora? La respuesta compleja es: en muchos lugares a la vez. La configuración del futuro orden mundial está siendo moldeada por una constelación de actores, cada uno buscando aumentar su influencia.

Las Potencias Emergentes y su Creciente Protagonismo

China es, sin duda, el ejemplo más prominente. Su fenomenal crecimiento económico en las últimas décadas la ha catapultado a una posición de peso global. Ya no es solo la «fábrica del mundo»; es un líder en tecnología (5G, inteligencia artificial), una potencia espacial, un actor clave en finanzas internacionales y un inversor masivo a través de iniciativas como la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative). China busca activamente reformar las instituciones existentes o crear alternativas que reflejen mejor su poder e intereses. Su modelo de desarrollo y gobernanza ofrece una alternativa, a veces atractiva para otros países, a los modelos occidentales.

Pero no es solo China. La India, con su vasta población, dinamismo tecnológico y posición estratégica en el Indopacífico, es otro jugador crucial. Aspira a un asiento en la mesa de las grandes decisiones globales y su diplomacia es cada vez más asertiva y multilateral.

Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Turquía, Arabia Saudita… la lista de países medianos y grandes con ambiciones regionales o globales crece. Muchos de ellos se agrupan en foros como los BRICS (que se está expandiendo con nuevos miembros como Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) o el G20, buscando tener una voz colectiva más fuerte que la que tendrían individualmente en las estructuras heredadas del siglo XX.

Los Bloques Regionales Ganan Terreno

Más allá de los estados nacionales individuales, los bloques regionales también están consolidando su influencia. La Unión Europea, a pesar de sus desafíos internos, sigue siendo un gigante económico y regulatorio, capaz de establecer estándares globales que trascienden sus fronteras («el efecto Bruselas»). La ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) se consolida como un actor diplomático y económico clave en una región de creciente importancia estratégica. La Unión Africana busca una mayor integración y una voz unificada en los asuntos globales. La Liga Árabe, el Consejo de Cooperación del Golfo, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) son otros ejemplos de esfuerzos por construir centros de poder e influencia basados en la proximidad geográfica y los intereses compartidos.

Estos bloques no siempre actúan en perfecta armonía, pero su existencia y actividad reflejan una realidad: muchos países encuentran más fuerza y capacidad para definir reglas y defender intereses cuando actúan en concierto con sus vecinos.

Las Potencias Tradicionales en Reconfiguración

Por supuesto, las potencias tradicionales no han desaparecido. Estados Unidos, a pesar de los debates sobre su declive relativo, sigue siendo una fuerza militar, económica y tecnológica formidable. Su capacidad de innovación y su influencia cultural son innegables. Sin embargo, su posición ya no es la única dominante, y debe negociar y competir en un entorno mucho más denso. Rusia, con su vasto territorio, recursos energéticos y arsenal nuclear, aunque enfrentando desafíos económicos y diplomáticos significativos, sigue siendo un actor geopolítico importante, especialmente en su vecindad y en foros globales.

Otros países como Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido, miembros del G7, continúan siendo economías avanzadas con influencia en áreas específicas (finanzas, tecnología, diplomacia), pero operan cada vez más dentro de coaliciones o alineaciones, adaptándose al nuevo panorama.

La Economía y la Tecnología: Los Verdaderos Arbitros del Poder

Las reglas globales no se definen solo en salas de negociación diplomática o campos de batalla. Los flujos de capital, las cadenas de suministro y el control de la tecnología son herramientas de poder cada vez más determinantes.

La Lucha por la Hegemonía Económica y Financiera

La economía global está experimentando cambios sísmicos. Vemos una creciente desconfianza en las cadenas de suministro excesivamente globalizadas y una tendencia hacia la «reshoring» (retorno de producción) o «friend-shoring» (traslado a países amigos), buscando seguridad y resiliencia por encima de la eficiencia pura. Esto reconfigura las dependencias económicas y crea nuevas alineaciones.

La primacía del dólar estadounidense como moneda de reserva y de comercio internacional es un pilar del orden actual, pero su estatus está siendo desafiado, no por un único rival, sino por la diversificación. Algunos países buscan comerciar más en sus propias monedas o en las de sus socios comerciales, utilizando sistemas de pago alternativos al SWIFT. El desarrollo de monedas digitales por parte de bancos centrales (CBDC) podría, a largo plazo, alterar significativamente el sistema financiero global y reducir la dependencia de las infraestructuras existentes.

La inversión extranjera directa se convierte en una herramienta geopolítica. Proyectos de infraestructura masivos como la Franja y la Ruta de China o iniciativas lideradas por Occidente para contrarrestarla buscan conectar regiones, asegurar recursos y crear esferas de influencia económica.

La Tecnología como Campo de Batalla y Herramienta de Regulación

Quizás el área donde la definición de reglas futuras es más intensa y menos clara es la tecnológica. ¿Quién controlará el futuro de la inteligencia artificial? ¿Cómo se regulará el ciberespacio? ¿Quién establecerá las normas para la exploración y explotación del espacio exterior? ¿Quién dominará la producción de semiconductores avanzados?

La tecnología no es neutral. El país o bloque que lidere en áreas críticas como la IA, la computación cuántica, la biotecnología avanzada o la tecnología espacial tendrá una ventaja inmensa no solo económica, sino también militar y diplomática. La competencia por el liderazgo tecnológico se manifiesta en restricciones a la exportación de tecnologías sensibles, batallas por el control de patentes y estándares, y esfuerzos por construir ecosistemas tecnológicos cerrados.

Además, la tecnología permite nuevas formas de influencia y control, desde la vigilancia masiva hasta la difusión de desinformación a escala global. Las reglas sobre la privacidad de los datos, la gobernanza de internet y la ética de la IA se están debatiendo (o imponiendo) en diferentes foros, a menudo reflejando valores e intereses contrapuestos. La capacidad de una empresa o un país para establecer el estándar tecnológico de facto puede ser una forma más sutil pero poderosa de definir las reglas globales que cualquier tratado formal.

Los Desafíos a las Instituciones Tradicionales y la Búsqueda de Alternativas

Las instituciones globales creadas en gran parte después de la Segunda Guerra Mundial (Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) fueron diseñadas para un mundo diferente. Su estructura, a menudo, refleja el equilibrio de poder de mediados del siglo XX.

Hoy, muchas de estas instituciones enfrentan desafíos significativos. Críticas a su representatividad (¿por qué el Consejo de Seguridad de la ONU tiene los miembros permanentes que tiene?), a su eficacia para abordar problemas contemporáneos (cambio climático, pandemias), y a su capacidad para resolver conflictos en un entorno polarizado. Los países emergentes exigen una mayor voz y voto que refleje su peso actual en la economía y la población mundial.

Ante la dificultad de reformar estas estructuras heredadas, algunos actores buscan alternativas. Creación de nuevos bancos de desarrollo (como el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS), foros de cooperación (como la Organización de Cooperación de Shanghái), e incluso sistemas de pago paralelos. Esto no significa necesariamente el fin de las instituciones existentes, pero sí una fragmentación de la gobernanza global, donde diferentes grupos operan bajo diferentes conjuntos de reglas o en foros distintos.

La definición de reglas en este contexto se vuelve una competencia entre mantener la relevancia de las estructuras existentes mediante (posiblemente lentas) adaptaciones, y la creación de nuevas estructuras que reflejen el poder y los intereses de quienes las impulsan.

Actores No Estatales y la Redefinición de la Influencia

No podemos hablar de quién define las reglas globales sin mencionar a los actores que no son estados nacionales, pero que ejercen una influencia tremenda.

Las multinacionales gigantes, especialmente en sectores como la tecnología, las finanzas o la energía, tienen un poder económico que supera al de muchos países. Sus decisiones de inversión, sus políticas laborales, sus estándares de privacidad, y su cabildeo influyen directamente en la economía global y en las leyes nacionales e internacionales. A menudo, operan más allá del control efectivo de cualquier gobierno singular, creando una especie de «ley mercantil» o «ley tecnológica» que define prácticas globales.

Las organizaciones no gubernamentales (ONG), los grupos de la sociedad civil y los movimientos sociales transnacionales también desempeñan un papel, aunque diferente. Presionan a gobiernos y corporaciones, visibilizan problemas globales (derechos humanos, medio ambiente, justicia social) y buscan influir en la opinión pública y en la agenda política internacional. Aunque no «definen reglas» en el sentido legal, sí moldean las normas y valores que, con el tiempo, pueden cristalizar en regulaciones formales.

Las organizaciones criminales transnacionales y los grupos terroristas, por otro lado, definen sus propias «reglas» al margen del orden legal, desafiando la autoridad de los estados y creando economías y flujos ilícitos que impactan la estabilidad global. La lucha contra ellos también fuerza a los estados a cooperar y, a veces, a crear nuevas reglas de seguridad y vigilancia.

Este ecosistema de actores no estatales añade otra capa de complejidad a la pregunta de quién define las reglas. El poder ya no es solo vertical (de estado a estado), sino también horizontal y reticular, involucrando a una multiplicidad de entidades con diferentes tipos de poder e influencia.

El Futuro en Construcción: ¿Competencia, Cooperación o Fragmentación?

Entonces, ¿quién definirá las reglas globales? La respuesta más honesta y visionaria es que nadie lo hará solo. Será el resultado de la interacción, la competencia y, en algunos casos, la cooperación entre todos estos actores: las potencias tradicionales, las potencias emergentes, los bloques regionales, las instituciones internacionales (mientras sigan siendo relevantes), las corporaciones gigantes y la sociedad civil global.

Podemos vislumbrar varios escenarios posibles, que no son mutuamente excluyentes y pueden coexistir en diferentes áreas:

Un mundo de Bloques Competitivos: Donde grandes bloques de poder (liderados por ejemplo por EE. UU., China, la UE) compiten por influencia económica, tecnológica y geopolítica, cada uno estableciendo sus propias reglas dentro de su esfera. Esto podría llevar a la desglobalización, la duplicación de infraestructuras y la dificultad para abordar problemas que requieren cooperación universal.

Un mundo Fragmentado y Caótico: Donde ninguna potencia o grupo logra imponer un orden, las instituciones existentes colapsan o se vuelven irrelevantes, y prevalecen los intereses nacionales estrechos, llevando a una mayor inestabilidad, conflictos y falta de acción coordinada ante crisis globales.

Un mundo de Cooperación Selectiva: Donde la competencia es la norma en muchas áreas, pero los actores reconocen la necesidad de cooperar en desafíos existenciales como el cambio climático, las pandemias o la seguridad nuclear. Las reglas se definirían sector por sector, en acuerdos específicos entre coaliciones de interesados.

Un mundo Policéntrico con Gobernanza Adaptativa: Quizás el escenario más probable, aunque desordenado. Múltiples centros de poder coexisten. Las reglas se negocian y renegocian constantemente en una variedad de foros, tanto dentro de las instituciones existentes (si logran reformarse) como fuera de ellas. La influencia no proviene solo del poder duro (militar, económico) sino también del poder blando (cultural, normativo) y del poder de conexión (control de redes e información). En este escenario, la capacidad de adaptación, la diplomacia hábil y la construcción de coaliciones son clave.

La definición de las reglas globales no es un evento futuro, es algo que está sucediendo ahora mismo. Se está dando en las decisiones de inversión de una multinacional, en los acuerdos comerciales entre bloques, en los debates sobre la ética de la inteligencia artificial, en la respuesta coordinada (o descoordinada) a una pandemia, en la forma en que usamos y regulamos la tecnología, y en las narrativas que dan forma a nuestra comprensión del mundo.

Desde el PERIÓDICO PRO INTERNACIONAL, observamos este proceso con la seriedad que merece, pero también con una profunda convicción en la capacidad humana para influir positivamente. Entender quién define las reglas no es solo una cuestión académica; es empoderarse para participar en la conversación, para abogar por reglas que sean más justas, más equitativas y más sostenibles para todos. Es reconocer que, en este mundo interconectado, la indiferencia no es una opción.

El futuro no está escrito en piedra. Está siendo redactado día a día por las acciones de gobiernos, empresas, organizaciones y personas como tú. Ser un ciudadano global informado y consciente es el primer paso para no ser simplemente un espectador, sino un participante activo en la configuración del mundo que amamos y en el que queremos vivir.

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